Para
determinados autores el germen de la indisciplina hay que buscarlo en la
inclinación natural de las personas que tienden a ser indisciplinadas por
naturaleza; es decir, la persevidad existe en las personas y la indisciplina se
debe a factores individuales. Para el psicoanálisis el niño es un perverso
polimorfo y conocemos bien la crueldad de algunos niños con los animales o con
sus compañeros. Desde este punto de vista, la solución se centra en acciones
dirigidas a prevenir o modificar la conducta de individuos concretos, sin tener
en cuenta otros elementos que puedan intervenir.
Rojas Marcos
considera que la agresión maligna no es instintiva. Las semillas de la
violencia tienen un proceso de aprendizaje con tres momentos significativos: la
siembra, que tiene lugar en los primeros años de la vida, el cultivo y
desarrollo durante la infancia y la aparición de los frutos malignos en la
adolescencia. Todo esto nutrido y estimulado por un medio violento que pasa a
formar parte inseparable del carácter del adulto. Heredamos rasgos genéticos
que influyen en nuestro carácter, pero nuestro comportamiento es el producto de
un proceso evolutivo condicionado por
las fuerzas sociales y la cultura.
Todos nacemos
con las simientes de la bondad, pero también con las semillas de la crueldad.
De acuerdo con el ambiente donde nacemos, unas pueden germinar con fuerza y
otras pueden morir.
Desde nuestra
óptica, más que hablar de personas perversas preferimos hablar de maneras
distintas de responder el individuo ante situaciones complicadas que le
sobrepasan, en las que juega un papel importante o decisivo el temor, el
interés, el egoísmo, la necesidad, la ignorancia, la defensa o la respuesta
temperamental; pero no forzosamente el deseo de hacer mal. En ocasiones, el
receptor puede interpretar erróneamente el mensaje del emisor por un canal defectuoso
o por una inadecuada predisposición, dando lugar a malentendidos, conflictos e
indisciplina por falta de entendimiento, ignorancia, necesidad de diálogo o
porque no se conocen los interlocutores. En este apartado podríamos incluir hábitos y conductas aprendidas por el alumnado en su
entorno, utilizadas como respuestas a distintas situaciones y que a veces son
consideradas como amenazantes por el profesorado, cuando en realidad es la
única manera de responder que el alumno ha aprendido.
La elección
entre distintas soluciones a los problemas de indisciplina va a depender de
nuestra opinión sobre su origen y de las circunstancias de cada caso en
particular que aconseja las medidas más adecuadas a cada comportamiento.
El
perfil del alumno indisciplinado.
El alumno
indisciplinado no obedece a un perfil delimitado por unas características
constantes a lo largo del tiempo, dado el numero de variables que interviene n
y el poco control que a veces tenemos
sobre ellas. Muy al contrario, la diversidad de situaciones y casos hace
difícil una definición que exponga con claridad y exactitud las características
genéricas y diferenciales del concepto alumno indisciplinado. Y con ello
queremos resaltar la carga de subjetividad que encierra todo juicio sobre las
actitudes o los actos indisciplinados y la sanción que corresponde. No podemos
hablar, por lo tanto, de un perfil. En todo caso podríamos contemplar varios perfiles que suelen
acompañarse de notas muy generales y en los que no están todos los que son ni
son todos los que están. Estos perfiles podríamos agruparlos en casos menos
graves, casos graves y rechazo a estar escolarizado.
a) Casos
de indisciplina menos graves.
Los casos de indisciplina
menos graves suelen asociarse al alumnado con necesidades educativas
especiales, teniendo en cuenta que es éste un término muy amplio, que proceden
de familias poco organizadas y con enfrentamientos entre sus miembros. Son
alumnos con retraso escolar, poco interés por lo que se hace en clase, escasas
habilidades sociales, autoestima baja, que quiere que se le tenga en cuenta y ,
sobre todo, con pocas experiencias positivas de aprendizaje propiamente
escolar. Suele ser un alumnado que fracasa desmotivado porque no aprende y
rechazado por el grupo clase, lo que complica la situación. No se pretende
decir que todos estos alumnos sean indisciplinados, porque los hay con estas
características que no distorsionan la clase. Sin embargo, aunque la
indisciplina no aflore en la educación primaria, cabe la posibilidad que esa conducta,
pacifica o pasiva hasta ese momento, cambie en la adolescencia.
La solución
con este alumnado no está en la expulsión como medida ejemplar, porque le
desconecta más del grupo y del propio proceso de aprendizaje, y porque
olvidamos nuestro fin más importante que es el de educar. La dificultad está,
no obstante, en cómo resolver este problema para que el profesorado y el resto
de alumnado puedan desarrollar su labor sin las distorsiones que provoca la
indisciplina. Y para ello no existen recetas. Cada centro, en función de sus
posibilidades y del caso concreto debe tomar la solución más adecuada. Eso sí,
el profesor debe tender a que sus alumnos adquieran hábitos de orden, trabajo y
respeto hacia el resto de los miembros de la comunidad escolar.
b) Casos
de indisciplina graves.
Los casos más
graves que deterioran la convivencia del aula e incluso del centro vienen
motivados generalmente por un alumnado inadaptado, con desajustes de
personalidad, caracterial o con psicopatologías
que, en la mayoría de los casos,
necesita tratamiento especifico a cargo de especialistas. Teniendo en
cuenta, naturalmente, la edad del alumnado y si está escolarizado en la
educación primaria o secundaria.
En la
solución de los problemas más graves deben intervenir otros agentes implicados,
puesto que el centro no suele disponer de recursos propios para resolver los
problemas que causan, ni el profesorado puede prestar toda la ayuda que
necesitan. En algunos casos son exigibles soluciones intermedias, como una
escolaridad atenuada o un programa especifico para que el alumno pueda
integrarse paulatinamente en el grupo.
c) Casos
de indisciplina por rechazo a estar escolarizados.
Los casos de
indisciplina por rechazo a estar escolarizados son más comunes en los últimos
cursos de la educación secundaria obligatoria o minorías marginadas. Son
alumnos que por razones asociadas por lo general de dificultades para aprender
al compás que sus compañeros manifiestan su hostilidad al centro, profesorado y
compañeros. Son verdaderos objetores que impiden el funcionamiento normal de
las clases con el perjuicio para compañeros y el deterioro emocional del profesorado.
Estos
problemas tienen difícil solución y se suelen resolver cuando el alumno deja de
ir al centro, aunque esté en edad de escolaridad obligatoria. El abandono
significa un alivio para el profesorado en algunos casos, con la claudicación
de los padres y la impotencia de las autoridades públicas. Que el problema
acabe con el absentismo del individuo y con la dejadez de un derecho que debería
reclamar, nos obliga a preguntarnos sobre el funcionamiento de nuestro sistema
educativo, la responsabilidad que corresponde a las administraciones educativas
y la respuesta que los centros dan a las necesidades educativas de todos sus
alumnos. La solución no depende sólo de los centros de primaria o secundaria,
sino de los recursos que se destinan a los centros, los apoyos y las ayudas que
tienen las familias más necesitadas para mejorar su formación y organización,
de las actitudes de padres y profesores, y de la actuación coordinada de los
agentes implicados.
A DESTACAR EN ESTE
PUNTO:
La indisciplina se produce por una
educación infantil deficiente, pobre en estímulos positivos hacia el
aprendizaje, propio de familias desorganizadas carentes de los valores sociales
que exige la disciplina.
Heredamos rasgos genéticos que
influyen en nuestro carácter, pero nuestro comportamiento es el producto de un
proceso evolutivo condicionado por las
fuerzas sociales y la cultura.
Los casos más graves que deterioran la
convivencia del aula e incluso del centro vienen motivados generalmente por un
alumnado inadaptado, con desajustes de personalidad, caracterial o con
psicopatologías que, en la mayoría de los
casos, necesita tratamiento especifico a
cargo de especialistas.
La solución no depende sólo de los
centros de primaria o secundaria, sino de los recursos que se destinan a los
centros, los apoyos y las ayudas que tienen las familias más necesitadas para mejorar
su formación y organización, de las actitudes de padres y profesores, y de la
actuación coordinada de los agentes implicados.