2.El origen de la indisciplina

De lo dicho se puede desprender que los problemas de indisciplina se han dado en todo tiempo y lugar no es un fenómeno reciente ni novedoso. Actualmente los contextos son diferentes, pero algunas situaciones no han cambiado tanto y los análisis sobre determinadas tipologías siguen siendo válidas, aunque, eso sí, los problemas de indisciplina se resuelven ahora de otra manera y por otros cauces; sin embargo, no todos están de acuerdo en su origen ni en las soluciones que precisan las desviaciones a la norma.
Para determinados autores el germen de la indisciplina hay que buscarlo en la inclinación natural de las personas que tienden a ser indisciplinadas por naturaleza; es decir, la persevidad existe en las personas y la indisciplina se debe a factores individuales. Para el psicoanálisis el niño es un perverso polimorfo y conocemos bien la crueldad de algunos niños con los animales o con sus compañeros. Desde este punto de vista, la solución se centra en acciones dirigidas a prevenir o modificar la conducta de individuos concretos, sin tener en cuenta otros elementos que puedan intervenir.

Para otros, los factores contextuales y culturales determinan y explican el comportamiento desafiante. La causa estaría, en consecuencia, en el ambiente y sería externa al alumnado. La indisciplina se produce por una educación infantil deficiente, pobre en estímulos positivos hacia el aprendizaje, propio de familias desorganizadas carentes de los valores sociales que exige la disciplina. O  teniendo estos valores las situaciones educativas y otras circunstancias les hacen entrar en conflicto con las normas del aula o del centro. Como solución a estos inconvenientes se enfatiza la acción del centro y de otras fuerzas que influyen en las conductas.
Rojas Marcos considera que la agresión maligna no es instintiva. Las semillas de la violencia tienen un proceso de aprendizaje con tres momentos significativos: la siembra, que tiene lugar en los primeros años de la vida, el cultivo y desarrollo durante la infancia y la aparición de los frutos malignos en la adolescencia. Todo esto nutrido y estimulado por un medio violento que pasa a formar parte inseparable del carácter del adulto. Heredamos rasgos genéticos que influyen en nuestro carácter, pero nuestro comportamiento es el producto de un proceso evolutivo condicionado por  las fuerzas sociales y la cultura.
Todos nacemos con las simientes de la bondad, pero también con las semillas de la crueldad. De acuerdo con el ambiente donde nacemos, unas pueden germinar con fuerza y otras pueden morir.
Desde nuestra óptica, más que hablar de personas perversas preferimos hablar de maneras distintas de responder el individuo ante situaciones complicadas que le sobrepasan, en las que juega un papel importante o decisivo el temor, el interés, el egoísmo, la necesidad, la ignorancia, la defensa o la respuesta temperamental; pero no forzosamente el deseo de hacer mal. En ocasiones, el receptor puede interpretar erróneamente el mensaje del emisor por un canal defectuoso o por una inadecuada predisposición, dando lugar a malentendidos, conflictos e indisciplina por falta de entendimiento, ignorancia, necesidad de diálogo o porque no se conocen los interlocutores. En este apartado podríamos incluir hábitos  y conductas aprendidas por el alumnado en su entorno, utilizadas como respuestas a distintas situaciones y que a veces son consideradas como amenazantes por el profesorado, cuando en realidad es la única manera de responder que el alumno ha aprendido.
La elección entre distintas soluciones a los problemas de indisciplina va a depender de nuestra opinión sobre su origen y de las circunstancias de cada caso en particular que aconseja las medidas más adecuadas a cada comportamiento.

El perfil del alumno indisciplinado.

El alumno indisciplinado no obedece a un perfil delimitado por unas características constantes a lo largo del tiempo, dado el numero de variables que interviene n y el poco  control que a veces tenemos sobre ellas. Muy al contrario, la diversidad de situaciones y casos hace difícil una definición que exponga con claridad y exactitud las características genéricas y diferenciales del concepto alumno indisciplinado. Y con ello queremos resaltar la carga de subjetividad que encierra todo juicio sobre las actitudes o los actos indisciplinados y la sanción que corresponde. No podemos hablar, por lo tanto, de un perfil. En todo caso podríamos  contemplar varios perfiles que suelen acompañarse de notas muy generales y en los que no están todos los que son ni son todos los que están. Estos perfiles podríamos agruparlos en casos menos graves, casos graves y rechazo a estar escolarizado.

      a)   Casos de indisciplina menos graves.
Los casos de indisciplina menos graves suelen asociarse al alumnado con necesidades educativas especiales, teniendo en cuenta que es éste un término muy amplio, que proceden de familias poco organizadas y con enfrentamientos entre sus miembros. Son alumnos con retraso escolar, poco interés por lo que se hace en clase, escasas habilidades sociales, autoestima baja, que quiere que se le tenga en cuenta y , sobre todo, con pocas experiencias positivas de aprendizaje propiamente escolar. Suele ser un alumnado que fracasa desmotivado porque no aprende y rechazado por el grupo clase, lo que complica la situación. No se pretende decir que todos estos alumnos sean indisciplinados, porque los hay con estas características que no distorsionan la clase. Sin embargo, aunque la indisciplina no aflore en la educación primaria, cabe la posibilidad que esa conducta, pacifica o pasiva hasta ese momento, cambie en la adolescencia.
La solución con este alumnado no está en la expulsión como medida ejemplar, porque le desconecta más del grupo y del propio proceso de aprendizaje, y porque olvidamos nuestro fin más importante que es el de educar. La dificultad está, no obstante, en cómo resolver este problema para que el profesorado y el resto de alumnado puedan desarrollar su labor sin las distorsiones que provoca la indisciplina. Y para ello no existen recetas. Cada centro, en función de sus posibilidades y del caso concreto debe tomar la solución más adecuada. Eso sí, el profesor debe tender a que sus alumnos adquieran hábitos de orden, trabajo y respeto hacia el resto de los miembros de la comunidad escolar.

      b)   Casos de indisciplina graves.
Los casos más graves que deterioran la convivencia del aula e incluso del centro vienen motivados generalmente por un alumnado inadaptado, con desajustes de personalidad, caracterial o con psicopatologías  que, en la mayoría de los casos,  necesita tratamiento especifico a cargo de especialistas. Teniendo en cuenta, naturalmente, la edad del alumnado y si está escolarizado en la educación primaria o secundaria.
En la solución de los problemas más graves deben intervenir otros agentes implicados, puesto que el centro no suele disponer de recursos propios para resolver los problemas que causan, ni el profesorado puede prestar toda la ayuda que necesitan. En algunos casos son exigibles soluciones intermedias, como una escolaridad atenuada o un programa especifico para que el alumno pueda integrarse paulatinamente en el grupo.

      c)  Casos de indisciplina por rechazo a estar escolarizados.
Los casos de indisciplina por rechazo a estar escolarizados son más comunes en los últimos cursos de la educación secundaria obligatoria o minorías marginadas. Son alumnos que por razones asociadas por lo general de dificultades para aprender al compás que sus compañeros manifiestan su hostilidad al centro, profesorado y compañeros. Son verdaderos objetores que impiden el funcionamiento normal de las clases con el perjuicio para compañeros y el deterioro emocional del  profesorado.
Estos problemas tienen difícil solución y se suelen resolver cuando el alumno deja de ir al centro, aunque esté en edad de escolaridad obligatoria. El abandono significa un alivio para el profesorado en algunos casos, con la claudicación de los padres y la impotencia de las autoridades públicas. Que el problema acabe con el absentismo del individuo y con la dejadez de un derecho que debería reclamar, nos obliga a preguntarnos sobre el funcionamiento de nuestro sistema educativo, la responsabilidad que corresponde a las administraciones educativas y la respuesta que los centros dan a las necesidades educativas de todos sus alumnos. La solución no depende sólo de los centros de primaria o secundaria, sino de los recursos que se destinan a los centros, los apoyos y las ayudas que tienen las familias más necesitadas para mejorar su formación y organización, de las actitudes de padres y profesores, y de la actuación coordinada de los agentes implicados.

                             


A DESTACAR EN ESTE PUNTO:

La indisciplina se produce por una educación infantil deficiente, pobre en estímulos positivos hacia el aprendizaje, propio de familias desorganizadas carentes de los valores sociales que exige la disciplina.

Heredamos rasgos genéticos que influyen en nuestro carácter, pero nuestro comportamiento es el producto de un proceso evolutivo condicionado por  las fuerzas sociales y la cultura.

Los casos más graves que deterioran la convivencia del aula e incluso del centro vienen motivados generalmente por un alumnado inadaptado, con desajustes de personalidad, caracterial o con psicopatologías  que, en la mayoría de los casos,  necesita tratamiento especifico a cargo de especialistas.

La solución no depende sólo de los centros de primaria o secundaria, sino de los recursos que se destinan a los centros, los apoyos y las ayudas que tienen las familias más necesitadas para mejorar su formación y organización, de las actitudes de padres y profesores, y de la actuación coordinada de los agentes implicados.